Intervención del President de la Generalitat, Ximo Puig,
en la entrega de los Premios Literarios del Ateneo Blasco Ibáñez
València – 29/01/2020
• Presidenta del Ateneo Blasco Ibáñez
• Secretario del Ateneo Blasco Ibáñez
• Vicealcaldesa de València
• Premiadas y premiados
• Representantes sociales y culturales
• Autoridades
Señoras y señores, buenas tardes:
Hoy, 29 de enero, Vicente Blasco Ibáñez, hubiera cumplido 153 años.
Y me pregunto:
Si pudiera estar presente en este Ateneo y hojeara el diario de hoy, ¿qué pensaría sobre nuestra realidad?
Es un ejercicio intelectual sugerente.
¿Qué pensaría hoy de nuestro mundo, aquel republicano que transformó la política y las letras valencianas y se convirtió en un mito popular?
Y más todavía: ¿qué diría, que haría?
1. Porque Blasco era un hombre de acción.
Un hombre que no se limitaba a la contemplación y a la queja. Con solo 16 años ya fundó un periódico semanal.
Y desde ese momento, nunca dejó de influir en la sociedad.
El autor de La barraca no solo tenía una pluma brillante y una oratoria excelente. Pienso que Blasco Ibáñez conectó tan bien con la ciudadanía de su tiempo porque fue capaz, sobre todo, de infundirles esperanza en una realidad distinta y más justa.
Les dio un derecho fundamental que no recoge nuestra Constitución, pero que es imprescindible: el derecho a soñar.
El derecho a soñar en un mundo mejor.
En aquel momento, un mundo con menos pobreza, menos analfabetismo, con más libertad, más laicidad.
Hoy, un mundo más justo, con menos desigualdades, más feminista, más sostenible.
Por eso pienso que, al margen de la forma que adoptaría Blasco Ibáñez en su intervención pública actual –imagino que sería un grande adepto de las redes sociales–, seguro que pondría mucho de énfasis en una cuestión: volver a hacer soñar a la gente.
Darles esperanza y confianza frente a los discursos del miedo y el derrotismo que algunos quieren inocular, de manera irresponsable,
en nuestras sociedades.
Me gusta mucho una frase de Oscar Wilde que dice:
“Un mapa del mundo que no contenga el país de Utopía no merece ni siquiera que le echemos uno vistazo, pues ignora el único país donde llega toda la humanidad. Y cuando la humanidad llega allí, mira a su alrededor, descubre una tierra mejor y entonces alza velas. El progreso es la realización de las utopías”.
Tenemos que volver a proyectar esa mirada esperanzada y de progreso que Blasco Ibáñez nos enseñó, y con la que ilusionó en todo un pueblo.
Porque sus libros no eran solo una crítica social, desde el naturalismo, hacia una realidad injusta.
Eran mucho más que esto. Iban más lejos que esto.
Sin propuesta de transformación, la denuncia social se queda coja.
Y esa es otra lección blasquista que tenemos que recordar aquellos que tenemos una función pública: crítica y propuesta, denuncia y acción.
Así se cambia el presente. Así se gana el futuro.
2. También es una buena lección para los escritores y las escritoras reunidas hoy aquí.
A quienes recogéis los premios literarios Ateneo Blasco Ibáñez de las ediciones del 2019 y 2020, os doy la enhorabuena por los galardones que hoy recibís y os traslado una convicción personal: vuestro trabajo es insustituible.
En la era de la robótica, de los algoritmos y de los saltos tecnológicos, no hay nada que pueda suplantar la función de la literatura y el papel de los creadores que la hacéis posible.
La visión humanista que aportan vuestras obras –sea con el aliento poético o la pulsión narrativa– son necesarias para alimentar el espíritu, ciertamente. Pero también lo son para tomar conciencia del mundo en el que vivimos, y del mundo que entre todas y todos queremos construir.
A todos los amantes de la lectura –y también de la escritura, como lo somos los periodistas– nos resulta admirable el paciente proceso creador de literatos como vosotros:
Manuel, Fernando, Encarna. Luis, Norma, Antonio.
David, Jesús, Héctor. Antonio, Hasbia y Ana.
Solo vosotros, y vuestras familias, sabéis todo lo que cuesta esa dedicación callada y tan poco recompensada.
Por eso os felicito, especialmente. Más allá del premio, os felicito para perseverar en una vocación que no conoce de intereses económicos.
Una vocación donde la única hoja Excel –más allá de ingresos y gastos– es aquella regida por la belleza y los sentimientos.
3. También quiero, por supuesto, dar las gracias al Ateneo Blasco Ibáñez y a su presidenta, Isabel Oliver, por hacerme merecedor de este honor que para mí representa la Pluma de Oro.
Muchas gracias por tus palabras, Isabel.
Y gracias por mantener viva la llama del Ateneo.
Para una ciudad, para una sociedad como es la valenciana, es importante mantener y cuidar lugares así.
La palabra “Ateneo” proviene del templo dedicado a Minerva en Atenas. Era el lugar donde se reunían, en la Grecia clásica, los poetas, los filósofos, los oradores. Un lugar para la sabiduría, para las artes. Para la palabra, en definitiva.
Os agradezco mucho que en el Ateneo Blasco Ibáñez seguís cultivando la palabra y que le otorgáis el valor que merece.
Porque, si antes afirmaba que ningún robot sustituirá el poder creador y humanista de una escritora, estoy convencido de que nunca se inventará una arma de construcción masiva tan potente como la Palabra.
Y esto también hermana a escritores y a políticos.
Por lo tanto, continuemos participando todos en la conversación de este tiempo que nos ha tocado vivir, como hubiera hecho nuestro admirado Vicente Blasco Ibáñez si estuviera entre nosotros.
Y sigamos participando desde esas coordenadas imprescindibles:
Frente al miedo, confianza.
Frente al pesimismo, esperanza.
Frente al grito, la palabra.
Muchas gracias.
Ximo Puig