Verónica Victoria Romero: Poemas

XL: MÁS AMO

Y un día conocí a alguien que supo
encaminar el curso de las emociones
que por la sangre de mis venas fluía…

Y decidí entregarme a ese espíritu
herido de vida que en el fondo
era la mitad del alma mía…

Y juré proteger esa imagen de ternura
y el común reflejo de melancolía
que, con su sonrisa de amargura,
tras sus infantiles ojos escondía…

Y pensé, ¿Qué mejor compañía
que su mirada, sus palabras
y sus manos como guía
para cruzar, quebrándonos el alma,
este tenebroso y negro océano que
algunos ignorantes llaman vida?

Y aún pensé, ¿Cómo pueden
dos corazones latir al mismo son?
¿Por qué pueden nuestras dos almas
crear una única e idéntica emoción?

© “Sin alas”. 1997
Verónica Victoria Romero Reyes.VVRR

XXXI: FORTALEZA

Execrable escupes
tu crimen
con obstinado estupor
de tumefactas voces,
coágulos ardiendo en
la hoguera
de tu propia
sangre.

Saja mi dolor.

Y mastica ahora
la caterva
de tumores
que este cuerpo padece.

Moribundo meditar
de discapacitado pensamiento700
mis amaneceres despiertan.

No te demores.

Has tardado.

Nada puedes hacer ya
por este
cuerpo inerte que
deja desvanecerse
el último aliento
que lo mantiene
en pie.

© Ahora llora. “Sin alas”- 1998
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

III VÍCTIMAS

Víctimas en el abismo
saltan entre los insultos
intolerantes. ¡Es mismo
nicho ya de santos cultos
donde alma, muerta, ensimismo!

Y me rendiré yo pronto,
llanto no consentiré.
Al sollozo me remonto,
excusa yo esgrimiré.

Que Dios perdone la falta
que consciente yo cometo
y que prepare el camino
ante los pasos que doy,
que ya ni el Cielo me guarda
ni el hado triste me vela
y ya sólo, pobre, en el alma,
el respirar fúnebre de mi pena.

© De «Magma”
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

XIII HECATOMBE

Égira trágica en duelo
magnánimo descubro.

Entra, arde en miedo,
vuela y olvida.

Quedo débil, creo,
mas no, procuro
atraer tu atención.

Débil sí.

Pero he oído llorar al violín
y su dolor me recordó el mío.

He visto caer al gorrión
y su vuelo desesperado
trazó en mí un quejido.

He recorrido valles
y caminos y sólo versos
de mi mano no han huido.

Ahuyento entes
de risas ensordecedoras,
magma de prisiones… derruido.

Succiona el ojo podrido
y como bestia muéstrate.
Subyuga a tu voluntad
la cordura del demente.

© Y muere. Muéreme lealtad. “Magma”. 1999
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

LA LLAGA DEL DOLOR

Mercenaria de mil batallas,
he perdido fatuos duelos
por proferir incierta estocada
no en tu pecho sino en mis miedos.

Hace venas de tiempo que canto para ti
y tú, caballo de miel, ignoras inocente
que es el carmesí de mi sangre rubí,
sable que en tu alma tatúa llaga doliente.

Hace lunas de fuego que acaricias mi pluma
engendrando elegías a tu egregio altar,
sacro trono de unicornio y espuma
donde moran tu poesía y mi cantar.

He aquí desafortunada voz de juglar:
“Hoy dudaste, sangre mía,
de mi ánima, de mi flema,
de mi astro y de mi bruma…
¿Cómo no amarte si eres el Poema?

© “Llagas”. 2000
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

LA LLAGA DEL RECUERDO (IX en realidad)

Aún se me nublan, desérticas, las pupilas
al eclipsar el zafiro de tu raza
con la nostalgia que tu ausencia me destila.

Aún orillo la saliva de tus besos en mi mordaza
y libo en el recuerdo de tus labios mi derrota,
océano eviterno de mis pústulas y tu melaza.

Aún te alegorizo verso a verso, nota a nota,
en epigramas, apneas, llantos y canciones
por distraer el titubeo de mi alma rota.

¿Cómo el requiebro de los ciclones
despertó huestes robustas?
¿Cuándo ígneos los tifones
tronaron marejadas justas?

Aún extraño la sima sacra de tu rosa,
la hoguera entre rubores de tu piel
y el ornato recio de tu esencia victoriosa.

Y no me rindo, no me bastan pluma y miel
para zafarme de este cataclismo.
¡Ay infortunio, dolor macilento
que te torna invisible espejismo!

Yo que profané cosmos y firmamento
por consagrarte el alma y su abismo,
viví en tu latido y muero en su viento.

© “Llagas”. 2000
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

II. LUNA SIN ALMA

Atiéndeme alma mía, no avinagres
tu dulzura por adagios aletargantes
pues tu acidez no evitará que te desangres
entre tristes espasmos fríos y punzantes.

Alma mía, oigo tu lamento
y me conduelo en tu fustazo
pero entiende que su sedimento
será eterna puntilla y perpetuo latigazo.

© Maldito silencio. 2001
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

IV: EPITAFIO DE LUNA

Esta sucia mortaja es digna de loa,
carne podrida, voz muerta, alma sin vida.
He de tallar un mármol eterno que me roa
la sangre enamorada en su vena estremecida.

Amé y amaré y ese es el delito
que me imputan, que me encarcela en rejas
izadas sobre turbios harapos de dioses y mitos
desde los que rezo en desvelo llantos y quejas.

Mátame vida, que no quiero olvidarte
y recordarte sin amarte es mi condena,
es mi epitafio llorar el aire sin respirarte.

Mátame alma, sin dilación y sin pena,
que, de tu mano, hasta la muerte me es grata
si entiendes así que eres, a la vida, mi cadena.

© Maldito silencio. 2001
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

I: A LA ESPERA

¿Recuerdas amor las eternas noches,
aquellos tortuosos días
en que encendíamos estrellas lejanas,
luces de magia sólo tuyas y mías,
ocultas en cuerpos distantes y almas cercanas?

¿Juré amor que fuiste sal que la sangre pulía,
tantra hechizado y místico, las tonadas
atronando el candor ya muy mío de tus manos?

Cómo te extrañaba amor, cómo te amaba…

Y al vencer hoy, amor, la batalla,
¿Tiemblas al recordar como el Amor se nos rendía,
como con el paso de los años seguimos en pie,
mismo cuerpo, mismo espíritu en calma?

Cómo me mataba tu ausencia amor, cómo el alma se me moría…

© Diez rezos. 2002
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

II: A LA LUCHA (Nuestro barquito)

Tú izaste velas bordadas con tu risa
ocultando los mástiles de amargura
y tomaste el timón, segura, entera,
para dirigirnos firmes al infinito.

Yo te ví llorar amor tantas madrugadas…

Dirigiste el navío entre peñascos y rocas
que obstruían nuestro amoroso viaje,
temblabas cuando las crueles tormentas
empapaban en aguas saladas mi ropaje.

Dejaba el refugio que hiciste para guarecerme,
subía a cubierta y te contemplaba, fuerte en ocasiones,
derrotando turbulentos ciclones para protegerme,
implorando compasión a tantos salvajes tifones.

Yo te ví llorar amor tantas madrugadas…

Y fuiste tú quien venció las olas bravas,
fue tu fe en nuestro amor quien rindió
a tus pies el tridente que Neptuno portaba
para hacer naufragar nuestro misterio en las frías aguas.

Mira el barquito hoy. Altivo. Tan nuestro.
Mira los vientos obedientes a tu voz.
Déjame tomar el timón. Corre dentro.
Tú me rendiste el mar, yo te rendiré el sol.

Yo te veré brillar amor tantas madrugadas…

© Diez rezos. 2001
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

III. PEGASO

Tengo las manchas eternas del alma
que nunca atisbó una mirada noble
en humores ajenos al de mi hermano
porque nunca encontré en mis ojos
un vaso donde consagrar la generosidad
de unas manos abiertas a su redoble.

Tengo nudos en mis muñecas salvajes
y lazos errados que acribillan
a fustazos las correas de mis venas
cuando la luna me lanza imprudente
al vacío sin estrellas de unos sabores
que me llenaron los labios de amargor.

Tengo el cristal de una retina
capaz de colorear daguerrotipos
casi olvidados en algún lugar de la memoria
que por inhumados en mis sentires
no dejaron de ser menos escritos
en el papiro viejo de mi historia.

Tuve un amor de otoño y de verano
que en invierno se me antojaba rojizo calor
y en lánguida primavera me destilaba
las brillantes fragancias perfumadas
de las acacias y los sauces llorones
donde refugiábamos de las ortigas
las ilusiones quebradizas de los dolores.

Porque tuve no sirvió queja ni ruego
que anudara tu pecho de cría de león
a la herrumbre de mi respirar altanero
ni valieron salvas ni oraciones
donde inmolarte eterno, lluvia de sol.

Porque tuve un piano de negras quijadas
donde reposar tu descanso de la vida
cuando te cegaron ídolos de pies de cal y arena…

Porque sangre no es amor
pero amor sí tu sangre en mis cantares
y mis acuarelas bruñidas de tu color…

Y porque tu fuiste grial
donde tomé agua de vida eterna
forjándote alas de acero irrompibles…

Porque tú, pegaso, reinas confines
ocultos a la estela de la seña humana,
y despliegas, inmortales, plumajes
negados a los necios corazones ruines
de quienes intentaron detener
tu vuelo de majestuosidad sagrada.

Volarás al fin, potro alado.
Sembrarás esa sábana de luces.
Brotarán acacia y sauce de tu mano
pues tu sangre es vida que reluce.

© De amistad y otros timbrazos en la puerta. 2002
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

IV: MAESTRA

Hoy me trajo el viento su media voz
golpeando mi flequillo de aire fresco
y en cada aire robado una nota fina
susurraba la cadencia de Manrique
en sus labios y el arrullo de melancolía
de Machado en la gesta de su mirada.

De un usted que jamás dejó de ser tuteo
mi pluma tiñó de garabatos mi existencia
y fue su fe en mi, Maestra,
huracán gentil que clavaba paciencia
en el cincelar mármoles de tinta y pergamino
donde habitaban su credo y mi mano diestra.

De matices me sembraba la palabra
y de la rapsodia de tonadas sentidas
donde métrica era marejada,
donde poema era cielo e infierno,
forzarónse en mí nudos leales
a su recuerdo intacto, generoso y eterno.

A jirones cuarteados en mi memoria
quedaron las bondades del verso
reveladas por su boca y por su tiza
nerviosa, ¿No fue nuestro universo?

El cosmos disperso en ese mar verde
de piedra y madera donde me vertía,
sin percibirlo, en el pecho cruzado,
todas las lunas y todos los soles
que titilan por usted en el alma mía.

Sin distancias ni olvidos,
-pues adoración es inmutable-
madura en el arco perdido
que palpita lejano en su saludo
mi más preciada sortija
donde engarzo firmes por aro cariño
y gema de mil colores por escudo.

© De amistad y otros timbrazos en la puerta. 2002
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

I: LADRONA

No perdonaré la herida de esta lanza
calmando la borrasca con un nuevo verso
que llore esta traición a mi confianza
con el robo de mis poemas y su universo.

Es mío el sentir que rubricaste como tuyo,
mía la desesperación de esas lágrimas
mojando sangre en mis palabras
cuando los sables del dolor intuyo.

Es mía la pluma y mía la boca,
mía esa vena, mío ese tormento
donde se erige mi poesía
como firme plomo, como roca
que sustenta mi triste firmamento.

Tú ladrona. Tú plagiadora, inquisidora.
Recogerás baldíos cestos de alma abatida.
¿Así conseguiste literaria la gloria?
¿Registrando versos de otro autor, de otra vida?
¿Y tú te haces llamar «Poeta»?
Poeta del robo, poeta del plagio, de daño y delito.
¿Del gremio quien te quiere, quien te respeta?

Postularé tamañas ofrendas a mi diosa Poesía
por redimirla de la muerte que le has dado
y sea ya, por mazo de juez que no divina gracia,
devuelto a su alma lo que se le ha robado.

Que Ley de Dios y ley humana
es para todos igual rasero
y venganzas futiles y vanas
no eximen de un golpe fiero.

Por bandera en la campaña
mi sentir, mi poesía y mi agravio.
Que con ley devolveré la saña
de mi vituperio y mi escarnio.

Tres serán las requeridas amazonas:
por escudo difusión no consentida,
plagio y ánimo doloso la escotadura;
una sola será la espada, la Tizona:
que es la sangre mía mi verso y la herida.

Yo que te dí la llave de mi confianza
tolero cuchilladas a mi persona
y devuelvo sonrisas y rosas
a quien el camino de canicas me abona.

Mas no perdono ultraje a la Poesía
ni a tantos grandes que la pluma me curtían
y sea por Machado, por Quevedo y Rosalía
vengado este delito con valor y osadía.

© Ave ladrona. 2003
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

II: HURTADORA

Quizá al despertar una aurora
tras un velo de tempestad,
azotada por un vivo sueño,
te arrepentirás.

Quizá una tarde cualquiera,
disueltas vileza y ruindad,
cuando la razón te doble el alma,
te arrepentirás.

Quizá no mañana,
quizá en plenilunios,
quizá más de cien lunas
hallan de salir en el cielo
para que percibas mi duelo
por tu venganza inoportuna.

Quizá descubras con dolor
que tu puñalada fue la certera,
por ser de mano en la que confié,
que rasgándome las venas,
enterró mi buena fe.

A tí te debo desde tu ánimo doloso
mi falta de confianza en las voces
que reclaman mi cariño y calor amistoso;
a tí te debo mi aplauso jubiloso
por enseñarme la vereda de las coces,
las patadas y el redoble luctuoso.

A tí, ladrona, te deberé la gloria literaria
porque mis versos gritarán tu nombre
aun cuando muerta seas rencorosa imaginaria.

A tí, delincuente, te serán vetados
los honores de poetas y rapsodas,
te serán clausurados templos sagrados
donde moran silvas, liras y odas.

A tí plagiadora, hurtadora,
te repudiarán a salivazos,
serás vergüenza y deshonor
de tantas brillantes gestas
que libramos por la Poesía en sus brazos.

De citas la lengua me inyectas,
«Conspiras contra Dios», enlazo
sentir de Darío de Dies
con mi propio y sangrante dolor.

¡Cómo te golpeará tu propio sable
por sangre que Verso adora y respeta!
Galones penarás: Culpable.
Estigma luciré: Poeta.

© Ave Ladrona. 2003
Verónica Victoria Romero Reyes. VVRR

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