HEPTASÍLABOS TRISTES PARA UNA NIÑA MENDIGA
¡Pobre niña mendiga!
Pobre como la nada.
El futuro te mira
y huye despavorido.
Tus manos extendidas
atrapan el vacío.
Piensas que el sentimiento
es el dolor que cabe
en una caja rota
donde se guarda el alma.
Reina niña mendiga
rata de estercolero
viviendo en la inmundicia.
No sabes que la música
vibra con siete notas
y teje un canto inmenso.
No sabes que le bastan
sólo veintiocho letras
a la sabiduría
para crecer en páginas
llenas de pensamiento.
Sí sabes que los años,
que con trabajo cumples,
-porque te lo contaron-
sólo son accidente.
Se le escapó a tu madre
sin poder retenerlo
el último suspiro
al querer asfixiarte
apretando las piernas
aquel día en el parto,
al propagar el círculo
solemne hacia la huída.
Te has quedado sin besos;
sin oír el latido
del corazón materno
al acercar la boca
buscando el alimento.
Te has quedado sin nanas.
No tienes el recuerdo
de una canción de cuna
donde ha bailado el sueño.
Cuando un día una rata
te trasmita la rabia
nadie te echará en falta.
No estás en los registros.
Ni siquiera eres número
en la sala de espera
de algún ambulatorio.
Así te he visto hoy
cuando el telediario
habló de tu tragedia.
Con tus ojos de súplica
e infantil inocencia
me pides ese tanto
por ciento que me sobra.
Piensas que curará
tu sed y hambre antiguas
de tierra desnutrida.
Llorando con tus lágrimas
resbalo por tu mano
tendida sin caricias.
La infancia se ha quedado
a vivir en tus ojos:
no quiere abandonarlos
sin cobrar el tributo
de los momentos cálidos.
Ellos te pertenecen
como el circo al payaso.
Como la risa limpia
al juego con muñecas.
Como el sueño a los párpados.
Es mejor que no veas
mi mundo de egoísmo.
Que no huelas siquiera
mi cuerno de abundancia.
Tú estás acostumbrada
a la humedad verdosa
de la fría mañana.
A perseguir al pájaro
que ha caído del nido.
A atrapar cucarachas.
A guardar lagartijas
dentro de una botella.
A despeñarla hiriente.
A mirar como rueda
mientras se va quebrando
con chasquidos de muerte.
¡Son tan crueles tus juegos!
Y tu supervivencia
conoce fantasías
de olor a pegamento.
No sé qué cara tienes.
¡Estás tan alejada!
No veo en mi horizonte
tu triste tercer mundo.
Ya me he acostumbrado
a ser mero expectante
ante el dolor ajeno.
Tú que tienes la fuerza
de despertar conciencias
dame de tu riqueza
hoy que pobre me siento.
© Isabel Oliver González ver currículum »
DEL LIBRO VEINTE AÑOS DE POESIA