Isabel Oliver: Alejandrinos para Melilla

II Premio del XX Certamen D. Pedro de Estopiñán. 17 mayo de 2015

ALEJANDRINOS PARA MELILLA

Melilla se columpia entre el cielo y el agua
que bautiza su norte con luz mediterránea.
Su historia es agridulce, de conquista y batalla,
de deshojadas rosas que entre espinas le hablan
de su energía indemne y estoicidad probada
cuando espadas del tiempo fueron desenvainadas.
Desde el balcón de olas que nace de su playa
envía mil mensajes a Málaga y Granada.
Como fiel Zerezade mil historias desgrana
y el viento, en línea recta, les cuenta sus andanzas:
Les dice que fenicia fue en su primera etapa.
Que fue ancla de paso de rutas de la audacia.
Que su techo de cielo y su tierra ofertada
elevó su destino de siglos conquistada.
Que su alma de roca es de caliza blanca
y un cinturón la ciñe de cañón y muralla.
Que su espíritu es fuerte, de culturas trenzadas
por los que a ella vinieron para forjar su raza.
Dice que es de miel dulce, de especies perfumada.
Que acaricia chinchines a la vez que guitarras
y que calza babuchas cuando baila una zambra.
Tiene abiertos los brazos, es faro en lontananza
para seres proscritos de fe desvencijada
que la miran con ojos de puerta de esperanza.
Que bajo su bandera de azul de mar pintada
confluyen religiones que viven hermanadas.
Que sus gentes no entienden de conflictos de raza
y que a todos procura pan, libertad y calma.
Que agradece a la Historia que pusiera una placa
donde dice: Melilla, la ejemplar, la demócrata.
Que veintisiete siglos no han doblado su espalda
y luce esplendorosa su tez mediterránea.
Por sus calles rezuma la huella que la enclava
como orgullo de gestas por su historia pasada.
Que entre su pliegue antiguo de fortaleza alta
custodia el patrimonio de construcciones magnas.
Cuenta que en este tiempo de edad contemporánea
el arte modernista dio esplendor a su fama.
Que con todos honores pretenden proclamarla
patrimonio de toda la humanidad, aclara;
y borracha de gozo a media noche canta
calzando sus babuchas, rasgando una guitarra.
Es la pequeña fuerte, grácil, hospitalaria,
llave y puerta de Europa, la española africana.
La de raíz fenicia con infancia romana.
La que creció entre guerras, fue despensa y posada
y vivió muchas lunas con la cara velada.
La que tras quedar rota a los pies de las aguas
asió la mano firme que Estopiñán le daba
y levantose  erguida, solemne y confiada,
desposada una noche bajo luna cristiana.

© Isabel Oliver González ver currículum »