3er Premio de Poesía VIII Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez 2017
IN MEMORIAM
A mi hermana.
Al final seremos polvo, un puñado de cenizas
guardado bajo un luto de colores, una alfombra de caminos
con zapatos heredados y huellas abrazadas a la arena.
Un susurro arrastrado por el duelo con los raíles torcidos
y colgado de una fecha que se diluirá en la escarcha.
Siento sollozar al viento escondido detrás de los visillos
desflecados de la pena y no puedo llorar con él.
Escucho el íntimo doblar de las campanas
desmenuzadas en el fondo lóbrego de mi fronda de cartón
y se me llenan de nichos las catacumbas del alma.
Me llegan los estertores de tus alas amputadas y se empapan de neblina
las llagas de la memoria que me sustenta y contiene.
Al final seremos gotas desmayadas de lluvia sobre la hierba,
vasos rotos sin sed donde el cielo beba su inmensidad de pasos cortos
y escupa el testimonio de las algas ahogadas en el vértigo de los océanos.
El alba azuza ilusiones giratorias e inocula en los espejos
rostros que ya no existen y, que tal vez, no han existido jamás.
Arrojan nuestras palabras a los peces ahítos de misterios
y un río de ataúdes se desborda
sobre las convicciones en muletas de nuestro barro.
Los días huyen por los tejados de la nieve
que llora su blancura en las solanas.
Gotas de musgo tropiezan con hormigas que remolcan
desiertos transitados por pasillos de sollozos.
Bandadas de añoranzas desembocan
en desvanes de lunas sin pupilas ni manteles.
Olvidamos que nacemos sentenciados a morir
y que el moho va pudriendo las estrellas bruñidas
y los troncos recamados de larvas y promesas.
Olvidamos que la vida prescribe
y que, en ocasiones, nos apea en andenes no elegidos
sin dejarnos vestir nuestros bocetos
ni descalzar nuestro egoísmo estéril.
Olvidamos que somos convidados de piedra
en medio de ciénagas y serpientes;
que vamos de la mano de muchedumbres esquivas y solitarias
que devoran yedras borrachas de arrabales.
Olvidamos que nadie es inocente de seguir comparsas equivocadas
que nos dejan en los páramos donde acampan las muecas de la muerte.
Olvidamos que el traje que nos cubre está forrado de harapos
y que nada perdura en los doseles arriados de nuestra sangre.
Tu recuerdo se sienta junto a mí
a hacerme compañía por las noches y clavar alfileres en mis sueños.
Los muros de mi casa se cuartean y exprimen un lamento de cristales.
Distancias afiladas expectoran luces secas
bajo el ronco insomnio de las lechuzas.
Han talado los almeces que daban sombra a tus nubes.
Bogaremos entre espasmos por venas deshabitadas
y circunvalaremos el olvido. Nos arrebujaremos resignados
en el vacío que cava tu ausencia y dejaremos
que los puentes trituren la agonía de las tardes.
Los relojes se han parado y en sus saetas
ensartan el reflejo opaco de las horas.
Los álamos, hoy desnudos, se ataviarán otra vez
de apariencias azules y de trinos sin saber que te has ido para siempre.
El destino nos ha decomisado anticipadamente tu destello
sin tiempo de despedidas ni de gestos ni de estrofas
y ha sembrado nuestro mapa de puntos suspensivos y de frío.
Has arribado a tu puerto con las velas carcomidas y los mástiles yacentes.
Has atravesado el túnel y, desde la luz,
contemplas como la intemperie abriga nuestros patios desolados
y rezuma pañuelos y horizontes de mutismos impasibles.
Tu mirada es ya río de aguas calmas
y tu mortaja el humo invertebrado y sin contornos
que envuelve los nombres aprendidos por las olas.
Tu cuerpo es ya ceniza transitada por azogues y estatuas de silencio.
Rebosaremos las copas de palomas y plegarias
sabiendo que te has ido para siempre.
No has visto regresar las golondrinas.
Tampoco sonreír la primavera. Ni florecer los almendros.
Has dejado otro hueco en la alacena de mis mudanzas y herrumbres,
otro adiós, otro manto de penumbras, otros campos sin arar.
Se derrama el dolor en las trastiendas del otoño
empañado por andamios y soledades.
Guardo tu vislumbre hecho añicos en álbumes
de hojas arrancadas y en ecos de confusos cerrojos.
Los paisajes de tu voz flotan en las ventanas y en los charcos
afloran las lejanas mariposas que barnizaron los arroyos turbios.
Las lágrimas, de par en par; el alma, en carne viva.
Tiemblan las higueras y golpean con sus muñones
los recodos sonámbulos del yodo. Has salido del tiempo,
se han cerrado las aguas detrás de ti y se han desmoronado
las fachadas que ocultaban las ramas del orgullo.
Escarbaremos ojos y consuelos.
Frunciremos los crepúsculos.
Auscultaremos el arrullo erguido y esbelto de los cipreses.
Volveremos a la tierra buscando el infinito.
Volveremos a ser aire, agua, fuego, nebulosas de briznas transparentes.
Cesarán sus giros las veletas y las brújulas.
Se borrarán las orillas escritas en el vaho de la duda
y las risas del ayer no cumplirán ya más años ni encenderán más cigarras.
Bajará el telón y el aura cambiará de escenario y de papel.
Nos has dejado, resbalando por el satén de los lirios.
Nos has dejado pero seguirás hilvanando nuestros surcos
y escanciando remansos indelebles en el cáliz
de nuestros temporales pues los muertos no mueren
mientras sigan viviendo en el almario de los vivos.
© Jesús Moreda Gamundi ver currículum »