1er Premio de Poesía XI Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez 2020
Pinceladas De Un Paisaje
(Al barrio “El Marítimo” Valencia)
I
CARA AL MAR
(Playa de las Arenas y la Malvarrosa)
…la Garbosa, aquella ruina del mar, aparejada como una barca pescadora, extendía su gran vela latina, blanca, sólida y nueva, y se alejaba de la playa del Cabañal).
(V. Blasco Ibáñez)
Juega el mar con los rizos de la espuma,
con sigilo se asoma entre las olas
y con corales peina sus cabellos.
Besa el viento cristales en la arena,
mientras dibuja senos en la orilla
dejando atrás miradas fugitivas.
La noche es un espejo sin líneas
divisorias, bastión inabarcable,
luz ceñida bajo un manto oscuro.
No se deja vencer y, ya cansada,
el día le arrebata su destreza
mudando así su máscara indecisa.
La luna tiene preludios de silencios
en la silueta de un mástil caído,
velámenes de barcos fantasmales.
Reconoce la memoria las redes
extendidas sobre onduladas dunas,
y al marinero entrelazar sus cuerdas.
La soledad cautiva, centellea
los surcos rectilíneos crecidos
en la distancia de una playa virgen.
El sol navega en un cielo neutral.
Mar azul. Tibia brisa que acaricia
y eleva el ancho vuelo de gaviotas.
Unos ojos perdidos en la arena
rastrean los espacios infinitos
de la vasta extensión que les comprime.
La historia dice que el marinero es
poblador absoluto de estas playas
buscando en su cobijo soledades.
II
PUEBLO NUEVO DEL MAR
(El Cabañal)
Entró casi corriendo en una calle de míseros pescadores que desembocaba en la playa. Las filas de olivos enanos orlaban sus aceras de tierra aprisionada. Todos sus edificios eran mezquinas barracas con cercas de tablas viejas.
(V. Blasco Ibáñez)
Tras la ciudad distante, ¿Quién conoce
tu recinto, si tú eres mensajera
clandestina en la luz de madrugada?
¿Quién preserva tu rostro y tu tejido
de calles rectilíneas, que nada esconde
en la pisada firme de sus gentes?
Antes eras Pueblo nuevo del mar,
el barrio humilde de los pescadores
donde la vida tenía otro ritmo,
otra cadencia con otros silencios,
refugio de barracas y de cañas
para que el hombre tenga dónde asirse.
No importa dónde son los materiales,
si el amor en estancias y rincones
es para soñar y dejar las huellas.
Aunque con barro y con hojas sea,
alza el palacio de príncipe soberbio,
pescador del cabañal por más señas.
Entre tus callejones, laberintos
interiores, fachadas de azulejos,
surge el nombre de tus calles: Progreso,
Reina, Escalante, Mediterráneo,
Astilleros, Barraca, Pescadores
Los ángeles, Montán, José Benlliure.
No importa tu relieve, tus trazados,
es un secreto a voces que a tus brazos
les basta la caricia de este mar.
Sobre un llanto de heridas abiertas
el crepúsculo se tiñe de rojo
y rebela el hechizo de tus sueños
III
AL ABRIGO DEL MAR
(El Puerto, el Grao)
…Y se fijaban con inquietud en la entrada del puerto, en la avanzada escollera de Levante, rojos pedruscos sobre los cuales comenzaban a romperse las primeras moles de agua, cubriéndolos de hirvientes espumarajos.
(V. Blasco Ibáñez)
Este espacio no es espacio… es abrigo
de estelas espumosas, y de barcos
que reposan de la furia del mar.
Mi aliento se ha hecho presa de sus huellas
en una recta, en un círculo concéntrico
que acuna en sus brazos rayos de luz.
¿De dónde vendrá ese velero, quienes
son sus marineros, si el puerto está lleno
de siluetas, de gritos y misterios?
El murmullo del viento sabe a sal,
a jirones de niebla rechazando
las tormentas en su amplio recorrido.
Cuéntame: ¿dónde nacen tus historias
de antiguos navegantes, exóticos
paisajes en los confines del mundo?
Ellos traen valiosas mercancías,
y el entramado de las grúas posa
los contenedores sobre la tierra.
Eres especial. Desde el malecón,
desde los muelles, muestras la ciudad,
donde antes fuimos y ahora seremos.
Dispuesto a contener tus dominios,
eres lienzo desnudo que sostienes
tus esquinas a fuertes ataduras.
Recuerdas nuestra infancia adormecida,
paseando en el espigón del faro,
hacia la torre vigía del mar.
Así eres cuando el tiempo se despierta
olvidando el cuaderno de bitácora,
sin brújula que acompañe al reloj.
Así eres resguardando tu recinto:
el refugio de sombras azuladas
en la quietud serena de tus aguas.
©Manuel Giménez González