Rosa María Lloréns: La Fisura Del Alma

3er Premio Narrativa VIII Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez 2017

LA FISURA DEL ALMA

Mamá. Es el nombre más precioso que conozco y el que más me horroriza. Me da pavor no estar a la altura de lo que se espera de una madre. Nadie te enseña a serlo. Un día se da a luz o te abren y te sientes la persona más importante y vulnerable del Universo.

Sí se aprende lo que nunca quieres que te hagan. Se aprende con el propio dolor porque ¡cuánto duele el dolor de un hijo! Es desgarrador.

Tengo una edad gastada, no mucha ni insuficiente y me siento desfallecer. Estoy saturada, agotada de pensar, luchar, reír, llorar y vivir.

Me encuentro en el proceso de averiguar la enseñanza que el universo me muestra. Ya no me cuestiono si es justo o no.

No me quedan fuerzas; pero voy a seguir viviendo porque para mí, ser MADRE, es lo más increíble, fascinante e importante que me ha pasado en la vida.

Me sentí completa cuando las parí y ellas me dan la vida que, a veces noto escaparse con sigilo a diario cuando me atenazan los recuerdos.

Mis hijas me quitan el sueño, pero sueño en poder ver realizados los suyos. Me roban el tiempo, pero no sé vivir sin tener algo que hacer por ellas. Me dan la vida que respiro y muero de cansancio cuando las cosas se tuercen o no salen, cuando las veo sufrir, cuando quiero ayudarles y no se dejan, cuando vuelan alto y no las alcanzo, cuando corren y no las localizan mis pupilas.

¡Cuánto duele el dolor de un cuerpo que no controlas porque no te pertenece!

Estoy entendiendo ahora mismo que me has enseñado madre, a fuego lento, que mis hijas pertenecen al universo y yo sólo les doy cobijo durante un tiempo.

Que tengo mucha suerte de haber vivido junto a ellas la plenitud del cosmos. Que mi fortuna muchos la quisieran y morirán sin sentir lo que yo siento.

Que venir al mundo ya es un lujo; a veces un placer inmenso.

Que la vida es saber que debes morir y cuando a mí me toque, le estaré agradecida a todos los seres que me han hecho mujer, persona y sensible.

Necesito alimentar el alma con leche materna para que siga a mi lado con cordialidad y no como un cuerpo extraño que, sabiendo de su existencia, ahora aflora con fulgor juvenil y yo me siento mayor, de repente.

He llenado mi vida plenamente, abundantemente con los míos y lo que nos gustaba hacer juntos.

Ahora que necesitan menos de mí, ahora que me devuelven mi vida; la que nunca me arrebataron conscientemente; pero yo entregué con desmesura, ahora no sé qué puedo hacer conmigo misma.

Me he perdido. Es como una gran indigestión que debo masticar trozo a trozo.

Hay porciones de alimentos disociados con deglución más lenta. Otros se estancan por el camino y algunos se esfuman por el trayecto.

DETENER LA CALMA
07- junio-2016

Estoy intentando luchar contra el destino.

Si mi alma sabe lo que debe hacer, a qué ha venido aquí. Yo no lo tengo nada claro.

Sé que quedarme quieta sin hacer nada para avanzar, respirar y alimentarme es abandonarme al vacío, enterrar mi vida. Porque lo más fácil es dejarme llevar en cada momento por mi estado de ánimo y las pocas fuerzas que noto no tener.

Lucho. Lucho por contener las lágrimas, por abrir la boca para comer, por levantarme de la cama, por sonreír mientras trabajo.

Y cuando llego a casa sólo quiero descansar del ruido y no escuchar el cuerpo que pesa podrido.

Pero la cabeza no para de darme vueltas, el estómago me duele, el sabor a metal de la saliva me asquea. El corazón se marcha del pecho y desgajo una voz apagada.

¿A quién le voy a contar lo que siento?

Se ha escondido la ilusión y me acecha el desánimo. Nada me provoca alegría y sólo cerrar los ojos me da un poco de calma.

Cuando veo que no sé nada, noto y presiento el daño. Quiero evitarlo, lo rechazo de mi pensamiento; pero el corazón con su latido insistentemente punzante, me recuerda como una herida abierta, que hay algo por lo que preocuparme.

Me viene de nuevo a la mente ella. Intento tranquilizarme, respirar y pensar desde la lejanía, observar desde la distancia la película de esta vida que no veo como mía, que no entiendo, que me destroza por dentro y abrasa por fuera.

Es como si viera venir el daño con mayúsculas y me aterra. No me cabe más dolor. No es un daño hacia mí, es hacia ella y se lo quiero decir, lo quisiera evitar y no puedo.

Veo la película de un futuro que no me pertenece, sintonizada con sobresaliente calidad y no dispongo del mando.

Me aparto de la televisión; pero me persiguen las imágenes. Cierro los ojos y escucho lo que ocurre. Intento dormir y en el limbo participo, sin ser invitada, sufriéndolo más cruelmente.

Ella se ha ido. Algo superior y poderoso ha sesgado el cordón que nos unía. Noto que ha sido para siempre y que no deja de brotar sangre caliente de mis entrañas que me trago a grandes sorbos y me ahoga a la vez que atraganta.

Juro desde lo más profundo y sincero de mi ser que no actúo de forma egoísta. Juro que no adopto un papel de víctima. Tengo muy claro que su identidad y la mía no van de la mano. No trato de retenerla. Está ya muy lejos.

Llevo sin llorar días, ni me acuerdo ni me importa cuántos. Las lágrimas no sabían salir. Era mucho el esfuerzo y pocas las fuerzas.

Estoy muy seca y, sin embargo, ahora me resbalan por su cauce. Supongo que eso es bueno. Me noto algo más viva.

“Amor Amor” es su fragancia y, cuando la huelo, me corta la respiración. Es penetrante y pesada. Me llega al cerebro y sin compasión se instala sin piedad abarcándolo todo. No me deja pensar y no puedo parar de pensar en ella.

Es la contradicción más clara que me viene a la mente. Todo a la vez, nada en el sitio, mucha angustia, necesidad de gritar e impotencia para hacerlo.

Me parece que alguien me está avisando desde hace tiempo. No sé quién ni de qué. No escucho con claridad lo que me intentan decir. No comprendo absolutamente nada.

Si no me pasa nada ¿por qué siento tanto? Si escucho al corazón ¿por qué me perturben las ideas? Si no lo escucho ¿por qué me quiero marchar?

Se me apagó la luz del alma y no sé por dónde caminar. Se me acabó el camino y a un solo paso, en cualquier dirección, está el precipicio.

Me duele y quema tanto el pecho que quisiera volar. Coger mucho aire puro y perderme en el infinito. Ver la nada relajada. Sentir la plenitud de un punto fijo. Llega a su fin algo gastado y muy bien aprovechado.

¿Quién intenta jugar conmigo? Tan pronto me despido como emprendo un nuevo camino.

LA PLENITUD DEL VACÍO
10-junio-2016

Camino hacia un lugar que se me antoja inmenso y todo lo grande tiene, sin discusión, su parte buena que quiero conseguir retener junto a mí.

Quizá para muchos Dios sea lo más grande; pero por inaccesible anida entre todos como el alma que nos conduce veloz en el Universo con parada en el tiempo.

La verdad en toda su amplia magnitud reconforta por dura que, en principio, parezca.

La familia con su ternura construye, la vida deforma; te hace crecer y ser.

La amistad que se busca se encuentra si ofreces bondad y sinceridad; la que se cultiva perdura.

Nunca o jamás son términos que con prudencia evito en mi vocabulario.

El amor tiene un significado envolvente, protector, deseado e impulsor de acciones que, con felicidad completa ya que me reconforta dar el que tengo porque recibo más del que puedo guardar; por tanto, siempre ofrezco sin temor a perderlo.

Por todo ello soy, sinceramente, tremendamente feliz. Y cuando, cercano a mí vivo un ahora sutilmente hipócrita, respiro mirando al cielo y sigo pensando que dispongo de mucho tiempo para aprender a ser mejor.

Gracias es un vocablo que, a diario alimento, me gusta desgastar.

El perdón siempre lo tengo a mano, no me avergüenza reconocerlo.

EL REGRESO DE LO QUE NO FUE
17-junio-2016

Siento que mi persona es una esfera hecha con piezas que encajan a la perfección, de diferentes materiales para poder rodar en todas las direcciones y a diferentes velocidades.

Me he pasado la vida circulando, rodando, votando y revotando. Ahora las piezas lesionadas se están soltando y no puedo controlar el rumbo; ni siquiera cuando empuja fuertemente el viento.

La esfera está llena, a rebosar, y no ha tenido ni calma ni paz. Siento que los ingredientes que se golpean son de consistencia variada, de materiales diversos, de espesor inespecífico. Todo se torna fundente y pegajoso. Me quema por dentro y sostengo un exterior helado.

No sé dónde colocarme porque no logro parar mi mente; aunque mi cuerpo no soporte el envite de la vida que, en ocasiones, no reconozco como mía.

La alegría, ese sentimiento tan atractivo y económico que siempre me invadía, ahora no lo encuentro buscándolo desesperadamente.

Quiero ser sin sentir dolor. Quiero estar escogiendo el lugar. Quiero querer cosas sencillas y, con tranquilidad y armonía, poder avanzar.

Hace años oí que somos el conjunto de lo que uno es, lo que uno tiene y lo que representa.

Supongo que, el equilibrio entre los tres factores, proporcionan armonía y serenidad.

Imagino que la carencia total de alguno desestabiliza y, según la personalidad, te hundes.

Tengo mucha fuerza de voluntad, constancia y tenacidad. Junto a mí personas increíbles: mis hijas, marido, hermanas, madre. Bienes materiales que hemos conseguido con esfuerzo exagerado. He pasado penurias.

No sé lo que represento en realidad; pero siempre me han descrito como empática, jovial, asertiva, emprendedora, intuitiva, cariñosa. Con el don de dar lo que cada uno pide o necesita en el momento justo.
Me parece precioso, me hace sentir bien y sigo esforzándome por no defraudar ni defraudarme.

Aseguro que me siento mal, pequeña, invisible ante mis ojos. Tan llena como vacía al mismo tiempo.

He protegido mi gran soledad con murallas de cristal donde poder reflejar lo que nunca tuve. Donde poder ver plasmados los sueños con nitidez. Murallas tan altas que nadie pudiera traspasar y ahí, ahogada en el olvido letargo, he vivido por y para los demás.

Cuando el cristal se ensucia, se deteriora, se resquebraja o un tornado lo fractura; deja al descubierto un abandono que no reconozco como mío; pero me pertenece ya que jamás se cubrió.

Me olvidé de querer a quien más me quería y luego no supe cómo se hacía. ¡Me olvidé de mí!

Se me cortó la respiración y vivo con un hilo de aliento que va permutando por dentro.

APAGAR EL FRÍO
15-julio-2016

La época que con mayor intensidad y placer recuerdo es aquella en la que, estando espontáneamente viva, conseguía cualquier objetivo que me hubiera propuesto.

Me mantenía con eufórica vitalidad en el presente, a veces no armónico, a la espera de un misterioso, atractivo e intangible momento venidero; sorprendentemente distinto a lo imaginado. Más ensoñador, prometedor y delicioso de lo que la imaginación pudo sospechar.

El abandono personal y el aburrimiento son los narcóticos más debilitantes que destrozan los latidos del corazón. Fractura los órganos internos y expone el ser a una fragilidad hiriente.

Sin coraza por la vida es fácil sentirse débil o que te aplasten.

Es cierto que me alejo de experiencias nuevas y estimulantes porque nada me inyecta la excitación con la que estaba acostumbrada a lidiar.

Quizá tanto café emocional me ha intoxicado el organismo y esté en fase de recuperación y limpieza.

¿Acaso he perdido la seguridad interior, la confianza en mí misma para solucionar cualquier problema? Lo cierto es que todo se me hace grande, pesado y eterno.

¿Tengo una autoestima de espuma? No busco problemas, estoy cansada; pero sé que los puedo solucionar. Siempre he podido; con el esfuerzo que me ha supuesto conseguir el objetivo o comprobar que avanzaba con rumbo erróneo.

Lo que recuerdo de mí es que, ante el pánico más aterrador caminaba en alguna dirección y hoy me quedo sentada.

Cuando tu entorno laboral te defrauda como ser humano, el azote anímico golpea los cimientos de la confianza de tal manera, que es complicado resurgir y volver a confiar mirando a los mismos ojos de siempre; sin percibir el vacío interior, la frialdad e indiferencia que nunca viste como reflejo en las pupilas de los rostros cercanos, por los que hubieras apostado incluso suponiendo que la calidez se desvanecería.

Soy consciente de mi valía por mis múltiples fracasos y estoy agradecida de haberlos tenido y superado.

Me siento mejor persona, más completa y satisfecha. Hasta hoy puedo decir que me gusta lo que he hecho, lo que he aprendido, lo que he dado, lo recibido y lo perdido.

Siento haberlo visto casi todo y necesito cerrar los ojos y transportarme a la nada, al silencio total.

La calma lo cura. El aroma del olvido deja huellas de distancia.

Estoy tan agotada que no necesito emprender cuando el aburrimiento me consume y el cerebro me hierve.

Pienso nada en concreto y siento tantas sensaciones mezcladas que me cuesta superar, disociar y catalogar.

Quiero saber qué me pasa, darle un nombre. Quizá no me ayude a superarlo antes; pero me da paz de espíritu. Es más fácil saber adónde dirigirme si tengo una meta o parto de un lugar conocido.

EL AROMA DEL OLVIDO
19-julio-2016

Puede que tenga que demostrar permanente lo mucho que me importan los demás para que me consideren y ser visible porque yo no he sido importante para mí misma.

Y ahora que siento que los demás me han fallado, casi todo carece de sentido y la ilusión se me ha evaporado dentro de una gran tormenta de arena; dejándome el exterior ajado y el alma amarga.

Nada es imposible mientras uno vive. Llegará ese día en que crea, vea y pueda. Lo intento. De veras que lo hago, aún sin energía. Respiro y avanzo. Aunque no adelanto.

Estoy empezando a pensar que el pasado es un saco de cenizas permeable y tóxico; por ello debo enterrarlo en un lugar acorazado o esparcirlo en el océano para dejarlo marchar.

A mí me pesa mucho, siendo insignificante en la inmensidad de su masa terrestre.

Si de verdad quiero respirar, debo abrir las fosas nasales y dirigirlas hacia una fuente de oxígeno puro. Bastaría un pequeño orificio.

Ni la vegetación más frondosa me serviría ahora que no puedo llegar a la cima del arbusto.

Presiento que tengo que abrir una ventana. Aunque no sea de par en par, me seduce la idea de ver a través de una rendija. Quizá cómo se acerca una ola y me hipnotiza.

No sé cómo soy. No sirve de mucho o de nada definirse. Es una torpeza, insensatez y prepotencia. Es más sano avanzar que dejarse arrastrar. Lo primero más costoso; pero ¿cuándo no he podido yo con las dificultades? Son mi especialidad y me encantan.

Mi reto es derrotar el extraordinario poder que ejerce mi subconsciente sobre mi persona de manera inconsciente. Por eso me cuesta, porque no lo veo venir y es un pulpo que me abraza, se me pega y con sus babas tapona los poros de mi piel dejándome sin oxígeno.

Sólo tengo que encontrar el tentáculo más laxo y por ahí empezar a desenmarañar el caos. No es imposible. Requiere tiempo y lo tengo.

Pienso que me apetecía tanto que me mimasen que he enfermado de mente y cuerpo para atraer la atención de más gente.

¿Quién más que yo me va a querer con más amor que el mío propio?

Si me olvido del resto, de los demás en su conjunto y sujeto los matices destacables de las identidades adecuadas, podré darle forma a mi yo pleno de hoy, de ahora, con lo bueno, lo desconocido y la experiencia como motor de arranque en un tránsito hacia adelante. Rumbo a ninguna parte, destino a la vida misma. Porque merece la pena vivirla. Por algo adoro el sol y me vuelve loca la luna.

CON TODO MI YO
14-agosto-2016

El abandono del nido es lo que peor llevo. La fragilidad que me produce verla partir tan segura, preciosa, vital… viviendo y escogiendo los comportamientos que desea.

Por el amor que le profeso. Habiendo surgido de mis entrañas. Sabiendo que es plenamente capaz de valerse por sí misma.

Admirando su madurez y sólida independencia; debería sentirme plena y dichosa.

¡Más orgullo no me cabe en el pecho! Siento cómo al alejarse feliz se desvanece entre mis dedos el tacto de su piel. Cómo pierdo el aroma a fresco del cabello recién lavado flotando en el aire.

La pamela se le vuela y extiendo los brazos para asirla. Volverá a por ella. Lo supongo.

Las pisadas de las chanclas se atenúan en la lejanía del corto trayecto. El horizonte está lejos.

Me gustaría volverla a atrapar. Besarla nuevamente. Abrazarla sin tregua como a un peluche gastado y pegajoso.

Sé que no tendrá confianza en sí misma si no ve confianza en mi persona.

Yo confío en ella, en ellas. También confío en poder superar esta etapa de la que siempre que oí hablar, nunca le presté suficiente atención y se ha convertido en la sombra de mi presente.

¡Qué ironía! Recuerdo lo cómoda que me sentía aconsejando a las familias de mis alumnos dar espacio a sus hijos para conseguir, con plenitud, la posibilidad de realizarse con independencia emocional.

“Es fundamental potenciar su autoestima. Ha de saber que es capaz de intentarlo. Debe desear conseguirlo y para ello tiene que hacerlo solo; notando tu apoyo desde la distancia, no la sujeción en el camino”- les decía.

Ahora he de aplicarme el sermón como una lección de vida. Saboreando cada palabra como el día que las pronuncié, sintiéndolas más mías que nunca. En paz con mi conciencia. Alejando el ego y acariciando el corazón.

Él no es egoísta ni posesivo. Es inocuo e inocente. Feliz por naturaleza. Complejo en su estructura y funcionamiento. Impecablemente armónico. No se detiene emocionalmente y se queda inmovilizado.

Noto que la dependencia emocional, el excesivo apego es el principal enemigo de la felicidad, de la plenitud y de la posibilidad de realizarse en el momento actual.

Si no me encuentro, no me tengo y no me entrego a mí misma, puedo desaparecer conscientemente. Algo muy cobarde por mi parte y dañino hacia lo que más quiero y venero.

LO QUE ESCONDEN LAS MURALLAS
5-septiembre-2016

Cuando las fuerzas te fallan y el mundo lo ves del revés, sólo tienes la opción se sujetarte a un tronco para no naufragar y yo descubrí, una mañana, que tenía en mi casa dos grandes pilares.

De Laura he aprendido que nada se escribió de los cobardes. Que el dolor nunca debe enterrarse si tienes ganas de respirar. Que el olvido se pasa, lo encerramos nosotros en la mente poderosa y perversa. Lo recuperamos al abrigo del alma.

Me ha ensañado la importancia de comprender y la necesidad de no saber, algunas veces.

Todo está bien y fluye. Si buscas justificación incesantemente, mures cada día un poco más rápido en un intento infructuoso por alcanzar algo que, posiblemente, llegue en el momento justo, no el que tú anhelabas.

Da la cara con alegría. Levántate con vitalidad. Trabaja a plena satisfacción. Descansa en armonía. Disfruta de los pequeños matices. La vida es un gran momento en un infinito Universo.

Al ritmo del instante se es más eficiente. Ni el antes ni el después importan ahora porque, si lo estropeas, determinas un futuro sin que cambie en nada lo pasado y sí el momento presente; tan efímero como real al mismo tiempo.

A su corta edad, Carla me ha enseñado que cada piedra es el camino, cada obstáculo una aventura, cada logro el alimento en el descubrimiento de nuestra fuerza y seguridad.

Cada decepción siempre te convierte en mejor persona; porque compruebas lo interesante que es avanzar. Un pequeño centímetro es un gran reto y, compartirlo con amor, todo un privilegio.

No desfallecer es el aprendizaje que me colmará de serenidad para dejaros marchar. Y, ahora que voláis, la fuerza que tenéis es el alma que lleváis impregnada de mi ser.

¡Gracias por respirar cerca o lejos de mí!

Mamá.

© Rosa María Lloréns López ver currículum »