Héctor Rico: Breve Eternidad

Héctor Rico
3er Premio de Poesía X Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez 2019

Breve Eternidad

Paisaje de noche surcado por el día…
con todos sus fantasmas impalpables,
con su jadeo de piedras que desbrozan las sombras
para que duerma la luz entre las flores,
entre las tenues erosiones de los párpados.

Otros labios me dicen la ceniza,
otras manos me traen un agua indescifrable,
un agua sola y colmada de sombras viscerales,
un agua donde se ve titilar la estrella oscura
para comulgar con la muerte…

Para habitarme de eternidades momentáneas,
de todo lo que fue y sigue siendo tenazmente,
como lo que se esfuma y rehace,
como los universos de luz que contemplamos…

Huyendo de los páramos,
de las garras pequeñas, de los caballos muertos.

Y ahora tú me señalas el tesoro perdido,
las joyas de la luna, los suburbios del sol
donde aún vibran tus ojos.
Y me entregas la cesta repleta de geranios,
de incendios infinitos, de palabras proféticas…

No me alcanza la sombra para grabar los nombres
que me dicta la noche, no me alcanzan los ríos
para tender las manos como puentes astrales.

Me colmas de voces, devastas mi silencio;
todo se precipita para mostrar sus atavíos,
sus huellas de relámpago.
Pero están allí,
y en la pupila advienen como astros,
como la opacidad del crepúsculo;
que lentamente vuela y se despeña
hacia los abismos donde no cabe la mirada.

Donde no cabe otro sueño…

Se han borrado las máscaras, las sonrisas propicias,
los labios que encarnaban en los resplandores,
entre los filos de la luz punzante.
Las rosas ya no huelen en las frentes adversas,
tu sonrisa es nieve en otros ojos impasibles…

Estoy aquí para el encuentro
con todo el tiempo soñado o padecido,
para volver a fundar el instante
donde las manos vuelan, donde las manos arden,
y duermen los peces con sus ojos abiertos…

Donde los cuerpos acuden
como entrevistos ángeles.

ESTAMOS SOLOS

Estamos solos.
En nuestro silencio,
tan hondo, tan claro,
y alrededor perviven fragmentos de dolor,
restos de furia…

Estamos solos.
En la víspera del fuego, del disparo inminente,
del temblor de los astros,
viendo como el minuto horada nuestra piel
y nuestros ojos lúcidos.
Con la mañana en vilo, con las manos alerta,
subidos a la cima de todos los azules que pierden su relumbre,
su perfección de río,
y se tornan celaje;
ola que acude inexorablemente
a la inquietante orilla de la consumación…

Estamos solos.
Mientras las aves sonríen en las aguas enteras,
rígidas como espejos,
y los rostros palpitan como peces secretos.
Mientras las estrellas vierten su delicada miel,
y deslumbran los nombres del tiempo…

Estamos solos…
Y seguimos andando entre cielos y muros,
tomando con las manos el pulso de la tierra,
ofrendando la piel
a las flechas que lanza la muerte con certeza.

Estamos solos.
Con nuestros cuatro huesos,
y el dolor anidando en nuestras oquedades,
en su tierra profana.
Y afuera el mar, la tierra y la madera,
y el cazador en las sombras, y todo lo que acecha;
como si el mundo fuera sólo un pez que no lucha,
o un amanecer sin cielo…
Estamos solos.
Bajo la lluvia indemne,
entre todo lo invisible que estremece,
entre hojas derribadas por un viento temible;
mientras todo se deshace lentamente,
como montañas frágiles, como furtivos pájaros…

Mientras alguien entierra los besos,
para que la soledad los llore.