Manuel Giménez: Piezas de ajedrez

1er Premio Poesía III Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez 2012

En su grave rincón, los jugadores
Rinden las lentas piezas. El tablero
Los demora hasta el alba en su severo
Ámbito en que se odian dos colores.
Jorge Luis Borges

PIEZAS DE AJEDREZ

EL PEÓN

El dedo persuasivo lo señala:
serás en estas lides el primero
que al final acomete, en todos fiero,
el que enviste, detiene y apuñala;

serás el centinela, yunque, escala
de almenas enemigas, el guerrero
que su destino mueve en el tablero.
Y si al fin es la muerte quien te iguala,

no pienses que faltaba en tu figura
la perfección debida a su diseño,
pues eres pieza clave para el sueño

de ser fingido rey en tu estatura,
gacela, águila, halcón, león herido
que sojuzga el sudor y su gemido.

EL CABALLO

Batalla de centauro ofrezco. Sueño
con forjar mi destino si se aferra
el galope al jinete, y así no yerra
con dardos vengativos. Pongo empeño.

Me adelanto en el salto. Soy dueño
de mi espacio vital que a golpes cierra
la confusa violencia de esta guerra
donde el gigante es pieza en desempeño.

Golpeando baldosas desgastadas,
mi lengua, voraz, lame las heridas
del resto de la lucha y sus despojos.

Soy la breve estela de mis ojos
que ofuscan las nacientes madrugadas
y no desdeñan rutas prohibidas.

EL ALFIL

Caballero con alta estirpe, alfil
de punta aguda, sátiro que avanza
y, con su color, furia y fuerza lanza
al frontal adversario con sutil

galanura. Desde el recinto, mil
lances intuye, observa, guía, danza
la vil muerte, inclinando la balanza
con gestos duros y abrazo prensil.

Tiene cuerpo de acróbata furtivo
sosteniendo la rabia contenida.
Su perfil asemeja el faro altivo,

que tensa la fatal acometida
si la distancia acorta, pues esquivo
se enajena el regreso sin la vida.

LA TORRE

El viento te aligera, ungida torre,
atalaya prendida en el costado
del tablero, avizor de lado a lado
que, en su recta andadura, así recorre

el rastro de la herida sin que borre
abscisas u ordenadas o el sajado
armazón que se siente cimentado,
la sangre que en tus venas se descorre.

Con paso marcial lanza tu ofensiva
a aquel reducto casi inexpugnable,
consuma la estrategia victoriosa,

la trama de esta muerte decisiva,
defiende a tu monarca vulnerable,
armada torre, cumbre poderosa.

LA REINA

Tú eres la destructora, esquiva dama
bruñida con la magia de la alteza,
ególatra en los días de aspereza,
revulsiva si el juego te reclama.

En tu cintura queda la retama.
que prende en la batalla con firmeza.
Frente a ti, tu enemigo ahora reza,
si en la lucha cae y perdón exclama.

Admirable, tenaz, justa doncella,
astuta, audaz, la pieza más amada,
ágil, escurridiza, altiva y bella.

No ciegues con tus ojos la fortuna,
no escondas tu caricia enamorada
y espera la señal más oportuna.

EL REY

Él espera en su espacio invulnerable
la mueca de otro rostro enmudecido,
el gesto victorioso, el alarido
final de la derrota inalcanzable.

Maduro, minucioso, inexpugnable
en la angosta espesura del medido
cerco de piezas. Amo sometido
al lento movimiento, al inestable

rigor de su corona en el tablero.
El juego de la vida o de la muerte
desnuda con sus garras la costura.

Es el amo, el señor, el gran guerrero,
la espada distintiva del más fuerte,
el centro del ataque en su figura.

EL TABLERO

Divisas en tu recta geometría
el rastro intermitente de la bruma,
el resto del combate que consuma
el poso de la huella más vacía.

Se abre el telón. Aquí sólo sería
reprimir el rencor que tanto abruma,
rehusar este duelo, sin que asuma
el ansia de la muerte como mía.

Ven a mí; a mi roca endurecida.
A mis pies, a horcajadas, quiero verte
con tu sombra más corta que la mía.

Nada te acorta. Quedas con la muerte
bajo el celaje: blanco o negro, día
o noche, la sentencia está cumplida.

EL JUGADOR

Ante el rival el tiempo se doblega,
si dicta el jugador su lucha armada,
emprende la victoria deseada
con estampa serena a fiera brega.

Primero es el peón, jugada ciega
que inicia la apertura y va obstinada
al centro del tablero; no hay nada
que lo pare y lo libre de la entrega.

El alfil se abalanza hacia el enroque,
el caballo las torres amenaza,
la reina se destaca en el combate

y enfila la línea para el estoque
dando el último golpe con la maza.
Es el final: el rey en jaque mate.

© Manuel Giménez González ver currículum »