1er Premio de Poesía X Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez 2019
LO INMENSO DEL MAR
Mar en cartel. Ah, no hay bruma.
Total azul. Sobrehumano,
Levanta en vilo al verano
Sin celaje, sin espuma.
Tanta unidad, si me abruma,
-Monótona, lenta, plana-
¡Qué bien me rinde y me allana
-Dúctil, manejable, mía-
Lo inmenso del mar, en vía
De forma por fin humana!
Jorge Guillén
[Glosa]
Mar en cartel. Ah, no hay bruma
que acaricie mi conciencia
con impulsos sin cadencia
que se posan en mi pluma.
Y si digo que me abruma
el complot de su derroche,
¿para qué sentir la noche
con su brillo sin descanso?
Si a los pies de su remanso,
apaciguo mi reproche.
Total azul. Sobrehumano,
a mi palpitar asciende
esa luz de la que pende
un amanecer liviano.
Que poco dura en la mano
una corona de arena
que deshago, cual la pena
de una culpa trascendente,
camuflado entre la gente
cuando el agua se serena.
Levanta en vilo al verano
con su suceder estático,
pura simbiosis del ático
que subyace en lo profano.
Porque brama y es ufano
su creciente padecer
y en el acto de nacer
veo yo lo que se pierde,
como un Dios que solo muerde
por el hecho de morder.
Sin celaje, sin espuma,
mi corazón no responde
ante el monstruo que se esconde
en la calma que rezuma.
Y a mi soledad se suma
su mansedumbre distante,
que confluye en el instante
de su máximo esplendor,
cuando asume su temor
más severo que constante.
Tanta unidad, si me abruma
con su perpetuo vaivén,
¿cuánto sabe del desdén
de un salitre que se esfuma?
Y es que el mar es como un puma,
cuya boca me devora
con sus fauces que a deshora
me condenan a la vida,
insistiendo con la herida
que con saña me deplora.
Monótona, lenta, plana,
discursiva o lineal,
con su transigir vital
y su muerte tan cercana.
Así mi ímpetu se hermana
con su perfecta quietud
y en aras de su virtud,
me concede su horizonte,
como un bronco mastodonte
que promete plenitud.
¡Qué bien me rinde y me allana
este instante sin después,
que no sabiendo lo que «es»,
no ««será» por la mañana!
Pues el «ser» es una vana
posesión sin acabar
y en su cénit, como el mar,
se consuma en el deseo
de un insólito apogeo
donde lucho por llegar.
Dúctil, manejable, mía,
eres la luz que se escapa
cuando levanto tu tapa
en completa rebeldía.
Y te tornas agonía,
confundida con la sal,
como todo lo banal
que no cabe en un suspiro,
aunque sepa que retiro
todo bien y todo mal.
Lo inmenso del mar, en vía
o en equívoco camino,
fagocita mi destino
y mi terca cobardía.
Que si pienso que no haría
lo que di por repetido,
volveré con el olvido
a tensar este paisaje,
donde el mar y su oleaje
me dan siempre por perdido.
De forma por fin humana,
desafías mi destino
como un bache del camino
o una herida que no sana.
Y al compás de la mañana
se delata tu actitud
con compleja exactitud
entre tanto desperdicio,
que condena nuestro vicio
a unas olas sin virtud.