Encarna Beltrán: Susurros para el hombre del pájaro celeste

Segundo Premio Poesía V Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez. 2014

Susurros para el hombre del pájaro celeste

I

Eras de un sol de escarcha pincelada,
sencillamente de trigo tu pelo,
sencillamente tus ojos de cielo
sencillamente ese hombre de alborada,

el hombre de los pájaros cascada
que robaba a la noche su desvelo,
a la lluvia su son de terciopelo
y al amor el latido de su helada,

haciendo unas piruetas por un beso
que encendía colores en su cara
cuando el corazón se sentía preso.

Y seguía el correr del agua clara.
Y reía al dolor en su regreso.
Y tejía el latir que el tiempo para.

II

Le gustaban las noches, esas largas
donde nadie aparece ni las siente,
un adagio en el silencio doliente
cuando los pasos descansan de cargas.

No dormía sintiendo lo que embarga,
ese misterio tan adolescente
que envolvía su cuerpo arborescente
cuando el alma olvidando se descarga.

Y en ese son donde el latido crece,
llegó herido a la flor de su jazmín
ese extraño que latiendo no canta,
roto de roja luna en su jardín,
roto de estrellas blancas que enmudecen
y su corazón que vibra, se encanta.

III

Y busca una casita de madera
del mejor árbol, del más fuerte y sano,
y se siente amigo y le da su mano
y se vuelve su aroma adormidera,

Corazón de lirio y enredadera
cuna en susurros de su voz de aldeano,
sencillo amor, sencillo, de un hermano
su voz es un latido entre la espera.

Y cuando una mañana vio su sombra
haciendo lunas y estrellas de oleaje,
creyendo que sus cantos eran alma,
sintió que era su pájaro paisaje
el hijo del tiempo al que el viento nombra,
el amor que cae en gotas de la calma.

IV

Le enseñó a mirar las chispas plateadas
la vida celeste entre su arbolado,
cuando hacía su cama de hilo hilado
cuando volaba al vuelo entre las hadas.

con las alas recorriendo encrucijadas,
azul de lunas de sol arropado,
estrellas blancas vieron sus bordados
uniendo noches en la madrugada.

El pájaro celeste azul amigo,
del hombre soledad sin nombre, brisa,
unido al desamor le hizo muy grande,

le hizo dejar su miedo como abrigo
y el llanto de sus aguas con la risa
sobre el lugar es el canto y se expande…

V

Después se fue a la sombra en soledades,
se fue al azul en la cuerda que calla
donde el celeste se pierde y entalla
donde el huracán y el aire te invade

en esa calma que todo lo evade,
cuando el susurro se sueña y acalla
donde el amor resplandece y estalla,
donde el juego de las noches se añade.

Se fue a esa luz donde el Eterno quiere
cuando Él lo miró helado sobre el suelo
abrazó a ese dormido que entra y hiere,

mientras sus ojos de hombre eran un duelo,
su corazón un son de misereres
por el pájaro azul celeste cielo.

VI

Hoy te sueño mirando en el destino,
enlazando en espejos tu mirada,
mendigando una rosa blanca helada
para dar a tu sombra en el camino.

Y te sueño en el río cristalino
de pájaros con sones de balada,
y me lleva y me aleja tu casacada
sobre este sol de luces diamantino

que rueda entre las nubes sobre olvido,
dejando tus lejanas transparencias
donde el sendero se tuerce perdido,

la calma de la noche entra en su esencia,
la voz de tu palabra se ha dormido
pero se huele y se siente tu ausencia.

VII

Y qué solos murmuran sol y viento
esta tarde latiendo de tu olvido,
la lengua en la campana se ha dormido
entre cadencia de sonido lento.

Más allá de las nieblas los momentos,
al caer de la lluvia adormecido,
duerme en su danza con canto ceñido
y qué solos murmuran sol y viento,

recitando un susurro en el paisaje,
dejando sobre el árbol sus estrellas,
sobre el hielo y las ramas su ropaje.

Sus nombres solos pintando sus huellas
del camino y el tiempo en su follaje.
sobre este sueño que el alba destella.

© Encarna Beltrán-Huertas López ver currículum »