Josefina Alonso: El Abrazo

2º Premio de Narrativa Vi Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez 2015

EL ABRAZO

Todo empezó en aquel viaje a Canadá. La excursión a Nuevo Bruswich en 2007, cuando Luis y ella aún estaban juntos y con un proyecto común, dio un giro insospechado a su vida.  Allí conoció a “Yuca”. Una serpiente Pitón preciosa. Y se enamoró de ella.  Fue un auténtico flechazo, nada le importó que su compañero la tachara de loca y excéntrica, y le diera un ultimátum.

– ¡O ella o yo! –gritó Moisés en medio de una fuerte discusión—no puedo, las tengo fobia argumentó—

— Pero si son inofensivas insistía Cris—mira que suave es… y como le gusta que la acaricies, su piel tiene el tacto de la seda virgen –y le pasaba la mano con mimo por su frío cuerpo—

A Moisés le daba tal repelús que se le erizaban los pelos de la piel y evitaba su contacto.
— Por favor, razona, no podemos llevarla con nosotros –¿Qué haremos  si tenemos niños?—
— Pues lo mismo que si tuviéramos un perro o un gato –respondía convencida Cris–
— No es lo mismo, ¿no lo entiendes?— y ella no lo entendió—volvieron cada uno por su lado. Pero eso a ella no le importó.
— Cris se trajo a su exótica mascota, como un preciado tesoro. Se asesoró sobre los cuidados básicos y su  alimentación. Le preparó un espacioso terrario pues según el profesional que se la vendió, le aseguró que de adulta alcanzaría unos dos metros.

Desde el principio “Yuca” se adaptó bien a su nuevo habitáculo. La convivencia entre las dos era excelente. Cris dejaba a su mascota pasear libremente por la casa. Esta, a veces,  se deslizaba por el cuerpo de Cris hasta enroscarse a su cuello. Su dueña lo encontraba natural, era un acto de cariño entre las dos.

Si alguien iba a visitar a la joven, “Yuca” se escondía. No le gustaban los extraños. Se ponía muy nerviosa. Solo en una ocasión que su mascota estaba acariciando  su cuello, Cris abrió la puerta. Era un vendedor ambulante que al ver a “Yuca” salió dando gritos de espanto;  nunca más se volvió a saber de él.

Eran episodios puntuales que hacían a Cris sonreír y también a sentirse protegida, con “Yuca” no se sentía sola.

Una noche oyó ruidos extraños. No sintió miedo; estaba con su mascota. Esta, que dormía en su cama, se puso muy nerviosa y buscó su contacto abrazándose a  su cuerpo, temblorosa.  Pero al ver a un desconocido en el dormitorio, perdió su miedo y se deslizó hacia él enroscándose en su pierna inmovilizándolo.

El ladrón al ver a la Pitón recorriendo su cuerpo gritó despavorido e intentó huir, pero Cris no deseaba que “Yuca” saliera de la casa y trató de tranquilizar al hombre que con fuertes convulsiones  vomitaba espantado.  Se acercó y con suavidad desenroscó a “Yuca” de su cuerpo. Este al verse libre corrió a la puerta y desapareció. Seguro que se lo pensaría antes de volver a entrar en otras casas.

Pasó un tiempo. “Yuca”cada vez estaba más unida a Cris. Acariciaba su cuerpo como un enamorado, y ésta se estremecía de placer. Nadie la había querido tanto ni demostrado un amor tan intenso y apasionado.

Llegó un momento que la joven no hacía vida social, solo iba al trabajo deseando llegar pronto a casa para dejarse acariciar por “Yuca” y estar en contacto con ella.

Tampoco deseaba visitas ya que notaba que a su querida mascota le molestaban. Así se fue aislando voluntariamente, enfebrecida por pasar el mayor tiempo posible con ella.

Se profesaban las dos un amor ciego, irracional y lascivo. Se necesitaban mutuamente.

Cris se colocaba en el sofá para ver la televisión  y “Yuca”se deslizaba por su cuerpo haciendo las delicias de Cris, que la acariciaba con el frenesí de un amante lujurioso. Entonces “Yuca” sacaba su pequeña lengua y jugueteaba por su cara dándole toques cariñosos como si fueran besitos, o bien se acurrucaba en su regazo, con la cola entre las piernas de Cris. Había tal compenetración entre las dos, que la joven no concebía la vida sin “Yuca”.

Un día Cris no apareció por el trabajo, ni contestó al móvil. Los compañeros, preocupados alertaron a la policía.

Cuando entraron en el piso, encontraron a la joven estrangulada en la cama y a su mascota abrazada a su cuerpo. Era el último “acto de amor” hacia su dueña. Al comisario le impactó la mirada de “Yuca” fija, acerada e inquietante, como posesiva. En todos los años de carrera no había visto ni vería nada igual.

© Josefina Alonso Díaz ver currículum »