3er Premio de Prosa XIV Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez 2023
José Antonio Olmedo López-Amor
EL ACCIDENTE
Frank Bartley se encuentra con su hijo de catorce años en uno de los miradores de la luna joviana desde donde, además de contemplar la imponente belleza gaseosa de Júpiter y el increíble mosaico que componen sus más de ochenta lunas en movimiento, divisa una no menos atractiva panorámica de Saturno y sus enigmáticos anillos. Rick, el único hijo de Frank, se ha reunido con su padre para transmitirle su deseo de aumentar sus capacidades físicas y psíquicas mediante implantes y prótesis de última generación. El muchacho le transmite con entusiasmo todas las ventajas que convertirse en cíborg le puede deparar. Frank le advierte de la vulnerabilidad que a partir de entonces sentirá, pues se encontrará a merced de los programadores de la Federación, hackers de la resistencia y demás enemigos de lo híbrido. Rick parece muy convencido, arguye que si existe Dios debe ser una inteligencia artificial que ya no necesita al ser humano para evolucionar. Frank asiste a la primera manifestación en su hijo del efecto adoctrinador de la malvada alianza estelar.
—Hijo mío, no creas que el mundo ha sido siempre tal y como lo conoces. Seguro que has oído hablar de los inadaptados, gente pobre que sufre y muere en la Tierra, mujeres, hombres, niños, niñas a los que le son extirpados sus órganos a petición de los habitantes orbitales.
—Pero ¿esa gente no pone en peligro la estabilidad del imperio?
—Al contrario, hijo. Esa es la consigna que divulga la Federación. Son sus víctimas. El terrorismo de estado se inventó hace siglos. Escúchame con atención.
Rick decide guardar silencio y no interrumpir a su padre.
—Hace más de medio siglo la sociedad era global y únicamente se encontraba en la Tierra. Cinco continentes conformaban el único mundo, un lugar cada vez más superpoblado y castigado por la sobreexplotación, los residuos, incendios y demás formas de asfixiar los ecosistemas de un planeta. Esos millones de personas se dividían en tres estratos: pobres, clase media y ricos. Entonces, la unión de los dos primeros tenía consecuencias en la aparente estabilidad de quienes mandaban. Pero eso cambió gracias al poder tecnológico. Los ricos planearon su estrategia, debían consumar una transición blanda para evitar rebeliones. Aspiraron a convertir el mundo en una oligarquía que basase su actividad y poder de control en la tecnología. Todo es muy distinto y no necesariamente mejor ahora. No puedes elegir lo que comes, una empresa de alimentos transgénicos lo decide por ti. Los nanorrobots, la tecnología 5G, los drones, las pulseras biométricas: todas estas cosas eran entonces algo novedoso que había que aplicar al funcionamiento del mundo de manera no violenta. Entonces se les ocurrió provocar una pandemia, no para provocar una masacre aleatoria, sus intereses pasaban por eliminar, en mayor grado, a las personas mayores. Y así fue. Los sistemas jugaron con el miedo, atemorizaron a la población e instauraron medidas restrictivas, como el cierre de comercios, toques de queda, imposibilidad de reunirse, desinfección constante y todo ello acrecentó una deshumanización que ya era pronunciada en el primer cuarto del siglo veintiuno. Mantener a las gentes encerradas en sus casas les permitió a los gobiernos instalar durante la noche todo el entramado de antenas urbanas que garantizarían el funcionamiento de la primera red 5G de la historia. El cielo nocturno comenzó a llenarse de satélites para ello. A nadie preguntaron si podían invadir y comerciar con el espacio aéreo. Con el pretexto de tener controlados los movimientos de las personas infectadas, los gobiernos comenzaron a rastrear los teléfonos móviles de todas las personas. Ya estaba controlada la densidad de población. Ahora, había que terminar con la clase media. El cierre de los comercios y la reducida movilidad terminó por asfixiar a miles de comerciantes que ya no podían competir con las grandes multinacionales. Durante el periodo de confinamiento los gobiernos plantearon la desaparición legal del dinero, el traspaso de los valores a una criptomoneda era lo más efectivo y había que aprovechar que las manifestaciones en la calle estaban prohibidas. Pronto, se habló de una vacuna, la panacea que podía librar a todos de ese caos y volver a instaurar la normalidad. Pero nada de eso, la vacuna era un pretexto para enriquecer a las empresas farmacéuticas y dar la llave de la celda a los gobiernos, pues en el interior de ellas introdujeron nanorrobots indetectables a través de los cuáles podrían inhibir los pensamientos de una persona, espiarla y hasta exterminarla.
—No puede ser cierto todo eso, padre. Es demasiado terrible. Así que ¿todos nosotros tenemos nanorrobots dentro con los que nos manipulan?
—Ahora, desde el día de nuestro nacimiento, nos insertan un chip subcutáneo que nos acompañará toda la vida, un mecanismo de control que se va actualizando y potenciando hasta que consigan lobotomizarnos a todos y convertirnos en esclavos híbridos. No contribuyas a eso, hijo mío. Hay cosas más terribles que no te he contado. Piénsalo.
—Pero, entonces ¿ahora mismo nos podrían estar escuchando?
—No, tranquilo, por eso nos encontramos en este mirador. A esta hora la aurora boreal que afecta a varias lunas nos protege, pero no durará mucho. Tengo que decirte una última cosa. Algo terrible que va a suceder y ni tú ni yo podremos hacer nada para evitarlo. Han llegado informaciones que nos advierten de la formación de bases militares de la resistencia, brigadas de la Tierra que se han empezado a construir en la Luna y otros satélites con ayuda de razas alienígenas. Para la Federación, eso es algo imposible de consentir y ya ha puesto en marcha un proyecto con el que conseguirá hacer colisionar varios asteroides justo en las zonas escogidas para construir esas bases. Mediante rayos láser modificarán las rutas de varias rocas para que todo se destruya y parezca un accidente a ojos de la opinión pública. Jugarán una apocalíptica partida de billar cósmico. Ya están condenados. Y ahora, vámonos. El viento solar arrecia y pronto empezarán a escucharnos.
—Sí, vámonos. Tenemos que encontrar la forma de ayudarles.