3er Premio de Poesía XIII Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez 2022
La Vida Pasa
La vida pasa
casi sin darnos cuenta.
Un día somos niños
pensando solo en juegos,
en sentirnos felices
y en hacernos mayores,
creyendo que jamás nos prenderán
las tinieblas del tiempo y de la nada.
Pero crecemos como deseábamos
y abrimos surcos en la brisa,
y arrancamos las tejas de la lluvia,
y recorremos sueños y quebrantos
en pos de insulsos cantos de sirenas.
Y otro día cualquiera,
al pararnos ante un espejo,
no reconocemos el rostro
arrugado y roído por los años
que nos contempla asombrado
y nos mira con nuestros ojos
y nos habla con nuestra voz;
ni reconocemos la nieve
que nos rodea ni el aliento
de las noches entumecidas.
La vida fluye como un río
entre estrecheces y desgarros,
despertando sollozos
y depositando derrotas
en el fondo de los remansos.
He buscado sin encontrar
atajos hasta la ribera
del eco convertido en aluvión
que anega el pulso
de mis sentidos desahuciados.
Tampoco he logrado encontrar,
sobre la arena
de mi sosiego yermo de esperanzas,
los despojos de mi conciencia
trasegada de simas y tormentas.
La vida pasa
y van pesando los recuerdos
más que las ilusiones,
las penumbras raídas
más que los plenilunios,
las raíces más que las ramas,
las cenizas más que la lumbre.
Se me olvidaron los caminos
que me han de conducir hasta la cumbre
de mis deseos incumplidos.
A la sombra de los almendros
salpicados de primavera,
aguardaré sentado
el giro sin retorno de las horas.
La vida pasa,
en muchas ocasiones,
sin atrevernos a vivirla
o sin tiempo de disfrutarla,
ni de sembrarla de memoria,
extraviados en laberintos
y cegados por el orgullo
y la herrumbre del egoísmo.
Me cansa escuchar el monólogo
de mis desdichas
depredadas por las mareas
intransigentes del insomnio
que seca las flores silvestres
de mi templanza aletargada;
y me agobian los cielos clandestinos,
el miedo al abandono y la estridencia opaca
de las sombras sin barandillas
que abonan las ausencias.
La vida pasa
entre verdades y mentiras,
entre barbechos
y paisajes a la deriva,
entre espacios en blanco
y citas a ciegas
a las que, por cobardes,
no nos atrevimos a acudir.
Me hastían las lisonjas
y el desdén de las dalias.
Me enoja la arrogancia de los álamos
que ciñen la cintura de la luna
prisionera en los pozos.
Y me asusta la soledad
que pone en el alma barreras
y afila las venas de hierro
de las veletas.
La vida pasa
y se escapa prendiendo fuego
a las torres de la soberbia
y apagando el galope del invierno
que llama a nuestra puerta.
La vida pasa
y con ella, nosotros,
marchitándonos sin remedio
y buscando el sol entre las brumas.
He buscado sin encontrar
respuestas a mis dudas
ni perfumes para mis flores
ni tierra que acoja mi tumba.
© Jesús G. Moreda Gamundi
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