2º. Premio de prosa. Luis Auñón Muelas
PALOMITAS DE MAÍZ
No crea, don Antonio, que no me daba cuenta de lo que usted hacía por nosotros. Aunque pudiera ser que no lo entendiera como ahora lo entiendo. Yo era un niño todavía y no sabía bien el porqué de las cosas. Al recordarlo, concibo con claridad todo lo vivido entonces. Por esto, siento un profundo agradecimiento hacia usted. Puede que entonces fuera diferente y sólo me importaran las golosinas, los helados, las atracciones de feria, los cómics y todas aquellas cosas que usted me regalaba. Pero de todos los regalos, lo que más ilusión y felicidad me producía, eran las palomitas de maíz que me compraba las tardes de domingo. Guardo un hondo recuerdo de aquellas tardes. Usted llegaba puntual a recogernos. Mamá montaba en el asiento delantero, y yo me recostaba, satisfecho, en los asientos traseros, soñando con que me viera alguno de mis compañeros de colegio montado en un coche tan grande y bonito. Usted aparcaba frente al cine. Nos acercábamos a las carteleras y era mamá quien elegía la película. A mamá le gustaban las películas de amor que a mí tanto me aburrían y terminaba por dormirme. Otras veces, mamá elegía películas de dibujos animados, cuentos e historias para niños. Yo creía que a ella le gustaban. Después supe que lo hacía por mí. Pero el recuerdo más grato que guardo de aquellas tardes de domingo, no eran las películas; aunque fuesen para niños. Eran las palomitas de maíz. Usted me compraba un enorme cucurucho, lleno hasta los topes. A pesar de ser un niño como era, y el egoísmo propio de cualquier chico de mi edad, compartía con mamá y con usted las palomitas. Esto me hacía sentirme unido a vosotros. Me parecía como si, al compartir las palomitas, compartiera también vuestra amistad, cariño y amor.
Cuando era más niño aún y no le conocía a usted, mis compañeros se reían de mí porque no tenía padre. Y yo me refugiaba bajo el pupitre, o en un apartado rincón del patio si era el tiempo de recreo, para que no me vieran llorar. Cuando usted apareció en nuestras vidas, me regalaba chucherías y cómics, nos llevaba los domingos al cine y me compraba un enorme cucurucho de palomitas de maíz; yo decía a mis compañeros de colegio que sí tenía padre, y que era muy alto y muy guapo, como los actores de las películas, que se llamaba don Antonio, que era viajante de comercio y que me hacía muchos regalos. Fue una de estas veces cuando Adrián dijo que usted no era mi padre y mi madre era una puta; y yo le rompí la nariz de un puñetazo.
Lo recuerdo a usted con cariño, y le agradezco lo que hizo por nosotros. Ahora que no soy ningún niño, sé que no eran sólo los regalos que me hacía, que también pagaba usted la ropa que vestíamos, y hasta la comida que mamá ponía encima de la mesa. Ahora sé todas esas cosas. Y que fue usted quien pagó mis estudios.
En aquel tiempo, me bastaba con los regalos que usted me hacía, las palomitas de maíz las tardes de domingo, y salir cogido de la mano entre usted y mamá para ser feliz. Cuando se es niño, no se plantean ciertas preguntas. Las cosas son como son, y basta. Ahora, don Antonio, sé muchas cosas acerca de la vida. Ahora sé que mis compañeros de colegio llevaban razón cuando decían que no tenía padre. Padre conocido, claro. Ahora sé que usted no es mi padre. Aunque me gustaría continuar sumergido en la inocencia infantil y creer que lo fuera. Y me gustaría no plantearme ciertos interrogantes para no llegar a respuestas que no resultaran agradables. Ahora sé que Adrián llevaba algo de razón, y que hice bien rompiéndole la nariz de un puñetazo. No me importa saber por qué hacía usted todo aquello por nosotros y qué le daba mamá a cambio. Yo no soy quién para juzgaros. Y menos, el imbécil de Adrián.
Quiero decirle, don Antonio, que fui feliz desde que usted apareció en nuestras vidas. Que recuerdo con alegría aquel tiempo de la infancia y que no puedo evitar un sentimiento agradecimiento y amor al recordarlo. Y que sigo viniendo al cine las tardes de domingo, como entonces, y compro también a mi hijo un enorme cucurucho de palomitas de maíz, que comparte con mi esposa y conmigo. Y que cuando recuerdo todo esto, mi hijo se queda mirando fijamente, preocupado, y me dice:
─ ¿Por qué lloras, papá?
Yo sé muy bien por qué lloro. Pero no tengo palabras para explicar a mi hijo todo lo que aquí le cuento a usted. Y le digo:
─ Hijo, es que las películas tristes me hacen llorar.
Exordio realizado por el profesor Alberto Requena al segundo premio de narrativa obtenido por Luis Auñón Muelas.
“PALOMITAS DE MAÍZ”
Es un texto que aborda un tema universal y profundamente humano: la infancia, el agradecimiento, y la comprensión adulta de eventos del pasado. Aunque la figura del «padre sustituto» no es nueva, el tratamiento es sensible y singular, con un enfoque en las emociones cotidianas que otorga frescura a la narración.
La narración es clara y bien estructurada, con un equilibrio entre el recuerdo infantil y la reflexión adulta. La progresión desde la inocencia hasta la comprensión adulta está bien lograda. El estilo es sencillo, directo y emocionalmente cargado, lo que facilita la conexión con el lector. Las descripciones de las palomitas, el cine y las emociones del protagonista están cargadas de simbolismo y nostalgia, logrando transmitir los sentimientos del narrador de manera efectiva.
El narrador principal está bien desarrollado, mostrando su evolución desde la niñez hasta la madurez con claridad emocional. Don Antonio y la madre, aunque menos explorados, están delineados de forma suficiente para que el lector los comprenda. El personaje de Adrián sirve como un contraste funcional, aunque es unidimensional. El ritmo es adecuado para una narración reflexiva como esta. El texto es profundamente emotivo y logra transmitir gratitud, nostalgia, amor y tristeza de manera conmovedora. El lector es llevado a empatizar con el narrador y a reflexionar sobre sus propias relaciones y experiencias infantiles.
La estructura es lineal, lo que funciona bien para este tipo de narración. El lenguaje es sencillo pero evocador, con un tono que refleja autenticidad y sinceridad. La elección de palabras y la forma en que se expresan los sentimientos están en sintonía con el carácter melancólico de la historia.
«Palomitas de maíz» es una obra breve y profundamente emotiva que invita al lector a reflexionar sobre la infancia, el agradecimiento y la forma en que entendemos el pasado desde la perspectiva adulta, logra conmover y dejar una impresión duradera en el lector.