2º Premio de Poesía XV Certamen Literario Ateneo Blasco Ibáñez 2024
David Acebes Sampedro
A ESO DE LAS CUATRO
A eso de los cuatro vinos,
Aun gris. Magna tentativa
De faz. ¿Qué faz? ¿Era el sino
Quien entre las sombras iba,
¿Apenas alboreado?
En confusión, a su lado
Bullía turba impaciente.
¿De qué? Sentí resbalar
Insinuaciones de azar.
Sin miedo miré al oriente.
Jorge Guillén
[Glosa]
A eso de las cuatro vino
con toda su sencillez,
exquisita timidez
de un reflejo vespertino.
¡Qué temblor en el atino
de un instante congelado,
espejismo de un pasado
que al silencio rememora
como un eco que, a deshora,
justifica lo callado!
Aun gris. Magna tentativa
de la luz o, viceversa,
de un ocaso que conversa
con su doble a la deriva.
¡Oh suprema expectativa
de un amor en concordancia
con el sol en la distancia
y su terca letanía
en constante sintonía
con el mar y su elegancia!
De faz. ¿Qué faz? ¿Era el sino
de una vida sin celajes,
que conserva los anclajes
de otro mundo matutino?
Y es incierto su camino
como sombra de una duda
que trasciende y que se escuda
en un cosmos inefable,
donde fluye lo improbable
por un cielo que se muda.
Quien entre las sombras iba
no sostiene los escombros
de un futuro sin asombros
ni presencia compasiva.
¡Y ay de aquél que no reciba
la llamada del paisaje!
Si detrás de su ropaje,
se amontonan los impulsos
de unos días que, convulsos,
se cuestionan su lenguaje.
¿Apenas alboreado?
De tan confuso color,
se retuerce, seductor,
el paisaje más amado.
Y, al saberse traicionado,
acaricia su ternura
con la típica premura
de un instante singular
que con rabia circular
perfecciona su hermosura.
En confusión, a su lado,
rememoro la torpeza
de creer en la certeza
de un futuro consumado.
Es el tiempo desquiciado,
posterior a la pandemia
que, callándose, nos premia
con su pose dolorosa,
que proclama la gozosa
tirantez de su blasfemia.
Bullía turba impaciente
en el centro acumulado
de mi ser ensimismado
que denigra su presente
y persiste, tercamente,
en la luz de la costumbre
con la zafia certidumbre
de un ocaso sin final,
que protesta, pasional,
contra toda servidumbre.
¿De qué? Sentí resbalar
la vida. Y en su armonía
colegí que no cumplía
con las leyes del azar.
Pues a orillas de este mar,
donde bulle la esperanza,
me recreo en la templanza
de unos años desiguales,
que nos pesan cual metales
de una insólita balanza.
Insinuaciones de azar
en un claro del camino,
al acecho de un destino
que está a punto de llegar
y en su eterno divagar
a la noche se conjura,
persistiendo en la aventura
de su saber cotidiano,
que remacha lo profano
de una torpe conjetura.
Sin miedo, miré al oriente
con mi fe desordenada,
concluyendo que la nada
es el tiempo recurrente.
Y en el cerco de mi mente,
arrincono lo que siento
con un mal presentimiento
que a sí mismo se subyuga,
cuestionándose la fuga
que planea mi tormento.